Las bolsas están, de nuevo, asustando. Los indicios estaban ahí para quien quisiera verlos. La situación macroeconómica sigue siendo grave y la prueba del nueve es la caída brusca de los mercados de bonos, la incapacidad de los bancos centrales para controlar la situación y la falta de volumen. La avidez por la liquidez, lejos de haberse calmado, parece que sigue estando tan vigente como hace tres o cuatro meses. Las bolsas han reaccionado al alza, pero de una forma que obliga a sospechar que se trata de un rally dentro de un mercado bajista o, en el mejor de los escenarios, de una parte de un movimiento lateral más amplio. A todo esto hay que añadir la falta de volumen.
Puede, solo puede, que los grandes cambios de la administración Obama hayan sido el detonante de las ventas, o puede que sean las fechas. Si el volumen ha sido estrecho hasta el verano, ahora puede haber aún menos negociación.
Hablemos de la regulación
Veamos, el negocio más regulado va a tener un regulador que ‘protegerá a los consumidores’ de ‘abusos’. Otra vuelta de tuerca más en la ceremonia de confusión. Se van a aumentar los poderes de supervisión de la Reserva Federal que podrá, ahora, poner freno a los excesos de Wall Street. O está muy bien asesorado o esto va para largo, porque esto no suena nada bien y tiene algo de Déjà vu. Me explico.
Flashback
En la reciente historia norteamericana hay una serie de hitos. El New Deal, copiado por otros tantos, porque esto de la política económica va por modas, fue un fiasco. Fué la guerra lo que sacó a los Estados Unidos de aquel monumental atasco. Hubo unos años prósperos, los de Eisenhower, quizás por la construcción de la red de autopistas interestatales y más probablemente porque Norteamérica se puso a funcionar a pleno rendimiento con una Europa deudora y devastada. Luego vino Kennedy, Johnson y, posteriormente, Nixon. Nixon es un tipo interesante en todo este lío. Con la guerra de Vietnam y Oriente Medio de por medio, Nixon sabía que el New Deal no daba para más. Milton Friedman fue asesor suyo. Sabía qué pasaba, o tenía una idea aproximada. Tenían que hacer unas reformas, había que desmontar todo aquel chiringo, pero eran decisiones que podían tener coste político así que lo dejó pasar. Las reformas vinieron posteriormente. La economía se fue liberalizando en la época de Reagan. Pero Reagan tenía otro problema, otra guerrita, tenía que forzar la máquina soviética hasta que reventara, al final los soviets no pudieron estar a la altura de la guerra de las galaxias. La Unión Soviética, ya tocada, quebró y el muro se calló. Luego vino algo curioso, sin grandes conflictos y después de haberse producido algunas reformas importantes en muchos países del mundo, es decir, con el New Deal ya desmontado, se vivió una época de relativa paz, sin conflictos importantes. La caída del déficit público y el efecto de las liberalizaciones generaron una época de fuerte crecimiento. Los tipos bajaron, las oportunidades de negocio ahí estaban, vino el móvil, vino Internet.
El triunfo de la Escuela de Chicago parecía indiscutible. Algunos cacareaban algo, que si el neoliberalismo era malo, que si las multinacionales son malas, que si tal y cual. Pero las recetas básicas se aplicaron con profusión, de hecho no había ninguna alternativa seria a ese modo de pensar. España, con otros problemas, aplicó con nula creatividad las mismas recetas por gobiernos de uno u otro color, pero especialmente el PSOE. El crecimiento siguió y siguió, con algunos pequeños tropiezos como los del 98. Había que seguir el libro. Economía real libre, mercados abiertos, cuanta menos intervención mejor. El control se hace sobre la masa monetaria. Y vino alguna crisis, y los tipos se bajaron, se inyectó liquidez y se salió. Y se produjo una primera burbuja, la puntocom, en la que se decía que un banco on-line valía más que otro convencional, que Cisco valía más que General Electric. Recordemos la compra de Patagon por parte de Santander o la inversión de BBVA en Terra, en todas partes hubo excesos. El dinero fluía, había gente dispuesta a meterse en cualquier fregado que oliera a Internet. Los informáticos que sabían un poco de jsp se forraban. La burbuja explotó y de nuevo tipos más bajos. Las puntocom no volvieron a los niveles de 1999, pero de nuevo hubo dinero. Después del fiasco de las bolsas el dinero tenía miedo a las acciones, ahora tocaba la inmobiliaria. Todos a una Fuenteovejuna. Pero ahora los bancos no han salido indemnes. El sistema entero ha quebrado, hay un enorme agujero. Yo no se qué pasa por la mente de los asesores del Gobierno Norteamericano. Si algo hacen bien allí es reunir equipos con lo mejor de lo mejor, que suelen funcionar bien, no siempre, pero muchas veces sí. Tampoco sería raro que en ese equipo existan nostálgicos del New Deal, que todo puede ser, Dios no lo quiera.
Es necesario otro sistema, otros mecanismos, otra cosa. La Escuela Austriaca tiene un punto de vista interesante, quizás no óptimo pero, desde luego, conviene tenerlo muy presente. Hay que desmontar el chiringo friedmanita.
Si aplicamos principios económicos sencillos y si buscamos relación con el comportamiento de las agentes y sus acciones llegaremos a conclusiones razonables. Lo que no conduce a nada es el sectarismo, el empecinamiento y poner la fé por delante. Las viejas recetas de Roosevelt no funcionaron y no funcionarán. Las recetas de Friedman han fallado estrepitosamente.
Hay riesgo de un tsunami monetario y esto es palpable. Desde el momento en que el gasto público se dispara y se descontrolan los mecanismos de control de un banco central, estamos en dificultades muy serias. Los problemas son, básicamente, debido a un crecimiento del papel sin respaldo, cosa que está sucediendo, algo bien conocido. Con los bienes raíces intocables y con serias dudas sobre la gestión pública (lo que quiere decir que bonos mejor lejos) es natural que las personas intenten preservar el capital ante todo. No es casualidad que las ventas de monedas de oro del tipo bullion se hayan disparado.
Reconducir la situación pasa por una serie de acciones concretas en el origen del problema. Los bancos tienen un agujero, hay que sanear eso. La gente no confía ni en su moneda, ni en la deuda pública, hay que bajar drásticamente el déficit público. Otro problema es que los instrumentos que se han ido desarrollando en los últimos años pasan por engañar a la población. Las estadísticas de inflación son falsas y la existencia de una moneda fiat permite a los gobiernos bajar los salarios reales y hacer tejemanejes en los mercados de divisas, lo que les evita afrontar problemas que pueden ser políticamente incorrectos.
Pero una cosa tengo clara. Como el crecimiento de la masa monetaria y de la deuda pública no se frene de inmediato va a ser, cada vez, más difícil salir de ésta. No es un problema de si un banquero es malo, bueno o mediopensionista. No se trata de que tal o cual presidente de banco central suba o baje tipos o admita un papel de periódico como garantía de un crédito, no es eso. Tampoco es una cuestión de que el crédito vuelva a fluir. El problema es que el modelo que propone la Escuela de Chicago no funciona. El problema es que puede parecer a primera vista que se trata de un estilo poco intervencionista cuando en realidad no lo es. Es necesaria otra cosa.
Si Obama y si equipo no aborda el problema como debe abordarse vamos mal para mucho tiempo. Puede que sepan qué pasa pero que les de miedo, como a Nixon, iniciar una serie de reformas liberalizadoras. En realidad los que observamos todo este embrollo estamos recibiendo señales de que se está tomando la dirección opuesta a la que es razonable. ¿Es Obama un nuevo Richard Nixon?. La respuesta a esta cuestión, como siempre, la sabremos demasiado tarde.
Nixon hablaba de como asar un bistec a Kruschev, se debió acelerar, le apuntó con el dedo y la imagen de un norteamericano firme y resuelto delante del antiguo comisario del frente de Stalingrado pasó a la historia. Algunos recordarán aquella foto, cuando era vicepresidente en el gobierno de Eisenhower, muchos no sabrán de que hablaban, pero lo importante de Tricky Dick fué otra cosa: lo que se dejó de hacer cuando fué nombrado presidente, años después, la devaluación del dólar y la crisis del petróleo.
De momento Obama ha sido implacable con una mosca. Algunas asociaciones por los derechos de los animales se han quejado.