Si observamos otros cambios de tendencia de mercados bajistas, en los últimos treinta años o más, nos encontraremos con figuras parecidas a las que actualmente pueden verse en los índices y en las acciones. Se pueden ver pocas diferencias. ¿Quiere esto decir que los mercados se han dado la vuelta?, la respuesta es difícil, siempre lo es. En los últimos peses se han visto cosas muy malas para las economías y parece que la vuelta a la situación de partida es imposible. A esto ya ha apuntado Soros, las cosas no volverán a ser como antes y tendrá que producirse un ajuste y una redefinición de las reglas pero, de momento, poca cosa.
Conviene enumerar algunos factores que siguen estando presentes en los mercados.
En primer lugar dan ganas de comprar. Las figuras de continuación están por todas partes. Santander y Telefónica empujan. BBVA parece estar en puertas de un movimiento importante. Todo esto sin contar el enorme número de valores que se han ido a las nubes en poco tiempo con una buena parte de los inversores en liquidez desde los días del pánico de octubre y febrero. Las circunstancias de los mercados internacionales son parecidas aunque parece que hay más optimismo en España, sorprendentemente.
En segundo término parece que las manos débiles (debido a lo anterior) se han animado. El volumen sigue siendo bajo, con un fuerte protagonismo de traders profesionales. Dicen, y puede ser, que hay mucho de trading automático. Ahora los pequeños entran pero no las manos fuertes.
El mercado no está barato.
Por último el entorno macroeconómico sigue siendo poco alentador (por decirlo en palabras suaves). La crisis actual no es algo pasajero y no es algo de 2007. Todo aquel que tenga un poco de memoria se acordará de 1999 y 2000, años de crecimiento fuerte. Después de la caída de las tecnológicas la máquina de inyectar dinero ha funcionado a pleno rendimiento y ahora hay que purgar los excesos. Se ha invertido con dinero prestado en negocios que no valen nada. La deuda pasó al banco y del banco a los gobiernos, en parte.
Conviene, por tanto, seguir manteniendo la calma. Puede que lo peor haya pasado y puede que los gráficos indiquen continuación de tendencia pero no parece que vayamos a estar en predisposición de que los beneficios comiencen a crecer con dos dígitos anuales.
Resulta llamativa esa complacencia con las decisiones tomadas por las autoridades que han logrado frenar el shock sistémico. Pues bien. Frente a una oleada de agujeros en el sector bancario se ha procedido por dos vías. En primer lugar a dar todo el dinero que hiciera falta para refinanciar los agujeros, esto se ha hecho de varias maneras pero es básicamente eso. En segundo lugar se han puesto las condiciones para que los márgenes de intermediación se disparen. A los bancos el dinero no les cuesta nada y lo cobran a algo, y esto implica que su margen se dispara. ¿Y esto por qué?. Para que el beneficio que genera su actividad ordinaria cubra parte del agujero. Pero muchos bancos siguen bien pillados, la prueba de que sucede tal situación es que la velocidad de circulación del dinero sigue siendo baja. En palabras sencillas, lo que se ve en la calle ocurre en todas partes, no hay crédito, el dinero no circula, esto no ha cambiado.
En los Estados Unidos es necesaria una reestructuración del sector financiero (además del saneamiento), a ello hay que añadir el sector industrial. Muchas empresas industriales ya estaban mal antes de todo esto y el déficit comercial allí es muy alto.
El riesgo de inflación ya es vox populi. Ha habido comentarios de Greenspan y de Jim Rogers, entre otros.
En España las cosas están peor.
La deuda está disparada y los intereses pueden subir con fuerza, lo que nos llevaría a la situación de los 90.
Los desequilibrios estructurales son enormes y no hay síntomas de cambio. Los sectores exportadores deberían crecer pero no ha habido manera en muchos años. Seguimos con uno de los déficit comerciales más altos del planeta.
En contraposición a otras épocas el endeudamiento de las familias es también enorme.
En relación a la inflación conviene tener en cuenta varias consideraciones. Es la manera más fácil que tienen los gobiernos de aligerar las cargas financieras de las familias, las suyas propias y de bajar los salarios reales. Puede que sea algo perfectamente premeditado aunque luego muy difícil de controlar. Por otro lado a las bolsas puede que no les siente tan mal un entorno inflacionista si este no se ‘pasa’. El problema es que cuando se empieza con la inflación no se sabe donde acaba.